" Y él sabía que ahora estaba “realmente” muerto. Lo sabía por aquella apacible
tranquilidad con que su organismo se dejaba llevar. Todo había cambiado
intempestivamente. Los latidos imperceptibles que sólo él podía percibir se habían
desvanecido ahora de su pulso. Se sentía pesado, atraído por una fuerza reclamadora y
potente hacia la primitiva sustancia de la tierra. La fuerza de gravedad parecía atraerlo
ahora con un poder irrevocable. Estaba pesado como un cadáver positivo, innegable.
Pero estaba más descansado así. Ni siquiera tenía que respirar para vivir su muerte. "Gabriel García Márquez